Dios,
la vieja bruja del cuento no tan
solo era una veterana viuda de comprensión, sino que también supo que el mundo
era algo más allá del trance semi inconciente. Quiso reflexionar sobre la
moraleja destartalada en algo más valiente para retar a los pobres de espíritu.
La vida no es una escuela con crédito solidario.
Estoy en
el portón de tu cielo brumoso o sigo en el templo del Padre Pablo, tal vez
Angélica sigue inundando las tardes desde sus verdes itálicos y confundido
seguí por un pasillo buscando los dulces brazos de mi madre...
Cuál
fue el juego de tus dados mal diseñados?
Nublado
de emoción,
Daniel.
Varios
vidrios estallaron a su vez en el escape estruendoso de las llamas que
consumían el autobús donde regresaba junto a mis padres luego de una feroz
coalición con un camión de carga bovina. Una dama que ayudó en el rescate me
abdujo desde los brazos de mi madre calcinada. Rote por orfanatos y el olor a
combustión detonaba en mi una suerte de shock que provocaba horror en las tías
al hornear el pan. El padre Pablo nos frecuentaba y un día decidió llevarme con
él para ayudarme a soldar los pedazos del alma.
Creciendo
me convertí en un diexísta por virtud, interviniendo en Onda Corta emisoras
extranjeras. Recibí clases personalizadas desde los 5 años - una especie de
hijo único diría entre risas Angélica- compartí vinos de misa, conocí los
favores que Anita y Magda le hacían al Padre Ernesto en paga de pecados desde
el Burdel de Doña Eleonora.
Lección
para este sacristán: las gordas rezan más los días domingos por la mañana.
Angélica,
la muchacha de ojos clorofílicos y sonrisa en expansión por los rieles
metálicos de sus frenos, apareció un buen día acompañando a su padre ciego al
templo. Al ver a Daniel, se convirtió en creyente de cuanto amor de homenajes
acumulados criaba en su corazón de luces prendidas. Aguardó a que él predicara
y lo siguió hasta el patio trasero donde yacía prendida a bajo volumen su RCA
del 84, y le comenzó a hablar emulando a una rockola mágica que todo hacía
florecer desde la melodía de su voz, no porque la soledad soliese tejer su
realidad con absolutismos, sino porque el cruze ferroviario de sus miradas
habían plantado cosas nuevas.
El
tiempo corrió en su autopista de alta velocidad y sus cuerpos cambiaron,
sumando enamoramiento hasta sus púberes huesos, contando los minutos para
reencontrarse y sintonizar Radio Moscú.
Detrás
de la iglesia, Angélica contemplaba el baile frenético de las hojas del Olivo
por la brisa bien encaminada que estalló con él besándola a parsimonia de
movimiento en sus labios de niña eterna.
Todo
cobraba sentido y sintiendo que su destino era amarla, decidió renunciar al
futuro de cura que Padre Pablo añoraba para él. Pero algo se trizó en el
querer. La frecuencia radial emitió con interferencia un radio teatro ad portas
de un régimen fatídico y nubes cargadas: Sida?!/ Yo te Amo!/ Me radicaré en
España. Y un estruendo de dimensiones retumbó en los oídos zamarreando los
latidos de Daniel. – No te muevas – dijo a Angélica y corrió hasta la sala
donde habían quedado prendido los micrófonos posteriores a la misa.
Hasta
sus pies un río de sangre desembarcó. El Padre Pablo se encontraba tirado en el
piso y su cabeza inundando espacios e ideas terribles. Se apuró para ayudarlo
tropezando, en el suelo con una barra de hierro maciza que golpeó su sien
izquierda. Las sangres mezclándose teñían la silueta del Padre Juan con un
cuchillo carnicero.
Daniel
antes de perder la conciencia susurró – Ahora corre amor -.
El
padre Juan preparó los cuerpos para meterlos al horno industrial de la Hermana Bernarda.
Angélica
corría a casa de sus padres cuando vio estallar en llamas los Vitros de la
iglesia.
Padre
Juan no sabía hornear pan.
No existe
Religión sin Sacrificio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario