sábado, 14 de enero de 2012

RELIGIÓN Y SACRIFICIO




Dios,

la vieja bruja del cuento no tan solo era una veterana viuda de comprensión, sino que también supo que el mundo era algo más allá del trance semi inconciente. Quiso reflexionar sobre la moraleja destartalada en algo más valiente para retar a los pobres de espíritu. La vida no es una escuela con crédito solidario.

Estoy en el portón de tu cielo brumoso o sigo en el templo del Padre Pablo, tal vez Angélica sigue inundando las tardes desde sus verdes itálicos y confundido seguí por un pasillo buscando los dulces brazos de mi madre...
Cuál fue el juego de tus dados mal diseñados?


                                                          Nublado de emoción,

                                                                                       Daniel.

Varios vidrios estallaron a su vez en el escape estruendoso de las llamas que consumían el autobús donde regresaba junto a mis padres luego de una feroz coalición con un camión de carga bovina. Una dama que ayudó en el rescate me abdujo desde los brazos de mi madre calcinada. Rote por orfanatos y el olor a combustión detonaba en mi una suerte de shock que provocaba horror en las tías al hornear el pan. El padre Pablo nos frecuentaba y un día decidió llevarme con él para ayudarme a soldar los pedazos del alma.

Creciendo me convertí en un diexísta por virtud, interviniendo en Onda Corta emisoras extranjeras. Recibí clases personalizadas desde los 5 años - una especie de hijo único diría entre risas Angélica- compartí vinos de misa, conocí los favores que Anita y Magda le hacían al Padre Ernesto en paga de pecados desde el Burdel de Doña Eleonora. 

Lección para este sacristán: las gordas rezan más los días domingos por la mañana. 

Angélica, la muchacha de ojos clorofílicos y sonrisa en expansión por los rieles metálicos de sus frenos, apareció un buen día acompañando a su padre ciego al templo. Al ver a Daniel, se convirtió en creyente de cuanto amor de homenajes acumulados criaba en su corazón de luces prendidas. Aguardó a que él predicara y lo siguió hasta el patio trasero donde yacía prendida a bajo volumen su RCA del 84, y le comenzó a hablar emulando a una rockola mágica que todo hacía florecer desde la melodía de su voz, no porque la soledad soliese tejer su realidad con absolutismos, sino porque el cruze ferroviario de sus miradas habían plantado cosas nuevas. 

El tiempo corrió en su autopista de alta velocidad y sus cuerpos cambiaron, sumando enamoramiento hasta sus púberes huesos, contando los minutos para reencontrarse y sintonizar Radio Moscú. 

Detrás de la iglesia, Angélica contemplaba el baile frenético de las hojas del Olivo por la brisa bien encaminada que estalló con él besándola a parsimonia de movimiento en sus labios de niña eterna. 
Todo cobraba sentido y sintiendo que su destino era amarla, decidió renunciar al futuro de cura que Padre Pablo añoraba para él. Pero algo se trizó en el querer. La frecuencia radial emitió con interferencia un radio teatro ad portas de un régimen fatídico y nubes cargadas: Sida?!/ Yo te Amo!/ Me radicaré en España. Y un estruendo de dimensiones retumbó en los oídos zamarreando los latidos de Daniel. – No te muevas – dijo a Angélica y corrió hasta la sala donde habían quedado prendido los micrófonos posteriores a la misa. 

Hasta sus pies un río de sangre desembarcó. El Padre Pablo se encontraba tirado en el piso y su cabeza inundando espacios e ideas terribles. Se apuró para ayudarlo tropezando, en el suelo con una barra de hierro maciza que golpeó su sien izquierda. Las sangres mezclándose teñían la silueta del Padre Juan con un cuchillo carnicero.

Daniel antes de perder la conciencia susurró – Ahora corre amor -.
El padre Juan preparó los cuerpos para meterlos al horno industrial de la Hermana Bernarda.


Angélica corría a casa de sus padres cuando vio estallar en llamas los Vitros de la iglesia.

Padre Juan no sabía hornear pan.


No existe Religión sin Sacrificio. 

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