Tal vez pasaron horas…Los
minutos volaron mientras mi corazón se apretaba, se congelaba, se trizaba.
Me
esforzaba por mantener el timbre presionado de la casa de mi madre aguardando a
que la espera no cumpliera su normativa de desenlace fatídico esta vez.
Desembarcaban a mi memoria de vuelta las
imágenes de sus sobredosis de tintos y fármacos, de su poca dosis a la
infancia, su tristeza por los pasillos y cuanto amor se cansó de su cansancio,
incluyendo a nuestro padre.
Ninguna
ecuación daría 3 tres nanas por una madre las 24 horas.
Solía
ser entonces una gran profesional de la imagen. Creo que para muchos fuimos una
familia de aquellas: trabajo en exceso, alcoholización de fin de jornadas
laborales, solidarizando con sus colegas y subiendo sus rangos, llegando de
amanecida al hogar, armando sus maletas, gritando que se iría, que ya no quería
esa vida…Que se compraría una mejor.
Siempre
el mismo show: la mayor de mis hermanas desesperada murmurando con una suerte
de play and rewind “ ¿Hasta cuándo?!”. Mi hermano recordándole a mamá
argumentos para no abandonarnos, y yo, atravesada en la puerta de entrada
esperando a que dejara su trance y nos cuidara al fin…Fue una campaña de madres
gratuita.
Los
viajes por Chile, la carretera Austral de noche, el Canal de Chacao , comidas
de batalla en los Pronto Copec, fotografía de la historia resumida a Flashes,
su sonrisa bien constituida para el retrato y un abrazo que duraba el trayecto
hasta la ciudad próxima…Tiempos, entre tiempo felices…Flashes.
“Ring
- Ring” – La puerta que no quiso ser abierta y algo que se paralizó en mi
expresión. Deje mis cuadernos de la universidad a un costado del portón. Comencé
a trepar por las rejas de la ventana hacia el balcón de su pieza en el segundo
piso. Invadida por los sentimientos que roban el habla, salté, abrí el ventanal
sin seguro y vi como las gotitas de sangre marcaban su tendencia sobre la
alfombra beige de la habitación, en la misma que exhibía sus tacos negros de
punta tirados a distancia.
Pareciendo descongelar la imagen,
el aroma a una comida rostizada desde la cocina del primer piso, mezclado con
el perfume inolvidable de una tragedia provocaban que todo doliese y que cada
movimiento fuese producto de la inercia.
Paso a
paso el compás del silencio la recordaba dejándose, dejándonos, siempre yéndose
con el corazón roto a horario completo.
De
pronto, un sollozo desgarrador se sintió desde el baño, las marcas de sangre se
hacia más notoria por el piso, en el mural blanco, en la retina del alma. Me
acerqué, giré la manilla y lentamente vi el cuerpo de mi madre inmóvil, tranquila,
desangrándose desde el abdomen, inundando los paisajes, cubierta por los brazos
de él, que no paraba de llorar…
-“Ella dijo
que se iría nuevamente. . .”-

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