Don Patricio está solo en Santiago. Vive frente a la ventana como macetero sobre el cuarto piso. La gente siempre pasa de largo y desde el balcón, son solo hormigas bajo el puntero infrarrojo del sol. Las mañanas se saltan fechas de miércoles en miércoles cuando hay que pavimentarse como uno más de la sociedad directo a la fila del consultorio para que la doctora firme el certificado catastrófico que se les da a los vivos luego de tanto. Y si tan solo supiera que ocurrirá en 2 años más no viviría memorizándose las líneas de sus manos vacías que alojaron a esas otras manos hoy desiertas que aman recuerdos en otro lugar. Sus relojes cuan óvulos de 70 años ya no funcionan. El tiempo pasó a tomarse una coca cola al lado del camino y le trataron bien, entonces le cierra un ojo, le regala siestas, le plancha y guarda el polvo en gratitud entre las fotos semi vivas. Si el tiempo siguiera igual que antes la existencia sería un rápido dejavú. Su habitación es un eco de otros ecos. Por donde quiera que transite su paso disléxico, la soledad lo nombra con las mismas palabras: Don Patricio, se va a servir lo mismo que ayer?. Y se viste igual todos los días. Y tiene cita con la doctora cada miércoles. Y ocupa el mismo plato blanco. Duerme con la tele prendida y al otro día, se abriga con la chomba de los tres botones. Que hablan.
Hola botón. Cómo estás?
¿Cómo que estoy más gordo, ¡Y te quejas!? Con el frío que hace, como si hubieses dejado abierta la puerta del mundo al entrar. Qué será de ti botón cuando mi cuerpo ya no te de techo y te quedes medio tirado por ahí. Entre los árboles, en medio del pasillo, en una caja del Hogar de Cristo.
¿Qué dirás cuando te cambie por estrellas?
Hola botón, hoy nos fue bien en el banco. Me dicen que si a la víscera cardiaca ya no le caben pretextos y explota, me condonarán la deuda. Muy alentador para un día nublado.
Hola botón. Te conté? Hoy recibí una llamada. Sí! Toda una llamada! Adivina quién era…Mi nietecita. Si, ella, me cuenta que está bien, dice que me está esperando, que me vuelva rápido, que estoy muy solo aquí. Yo prefiero no hablarle precisamente de ti y le transmito con que tú eres un gato Siamés que todas las tardes, a eso de las seis, llamas a mi ventana con voz afinada y melodiosa, como si fueras una niñita exploradora que pasa ofreciéndome números de la rifa.
Hola botón. Qué haces ahí colgando, te las das de trapecista ahora? Tan multifacético, te vas pareciendo a mi corazón. Ven, te coseré, quedarás hermoso. Ya, ya estás, te sientes mejor?
Yo no.
¿ Cóseme?
Hasta mañana botón.

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